WASHINGTON, DC – Imagine a un hombre que haya vivido de manera demasiado extravagante y quien, con el pasar del tiempo, debe acudir al médico para recibir tratamiento por que sufre una enfermedad aguda, junto con varias otras afecciones crónicas. El médico receta a su paciente un tratamiento de antibióticos de diez días de duración, y le aconseja comenzar a cuidarse mejor. Después de tomar las píldoras durante tres días y seguir las instrucciones del médico, el hombre se siente mucho mejor. Sin embargo, también siente que la vida tranquila es dolorosa, así que olvida los consejos de su médico y los medicamentos, y no sólo retoma, sino que redobla su vida de libertinajes.
Durante un tiempo, su retorno a la gran vida libertina hace que se sienta genial. Pero, en poco tiempo, acude nuevamente al médico, en peor situación que antes. El ciclo se repite: toma sus medicamentos durante una semana completa esta vez, pero finalmente vuelve a sus viejos hábitos.
Argentina es ese hombre, quien crónicamente gasta y regula de manera excesiva hasta que se ve obligado a ir al Fondo Monetario Internacional para recibir una nueva ronda de tratamiento. En el año 2001, el país sufrió una crisis importante y tuvo que pedir prestado al exterior para cubrir los gastos gubernamentales. Ya que el país tenía un déficit en cuenta corriente superior al 5% del PIB y su moneda estaba vinculada al dólar estadounidense, sus políticas estructurales eran ostensiblemente insostenibles. El país necesitaba del apoyo del FMI sólo para cubrir sus gastos corrientes, y no le quedaban recursos para el servicio de la deuda.
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Argentina es ese hombre, quien crónicamente gasta y regula de manera excesiva hasta que se ve obligado a ir al Fondo Monetario Internacional para recibir una nueva ronda de tratamiento. En el año 2001, el país sufrió una crisis importante y tuvo que pedir prestado al exterior para cubrir los gastos gubernamentales. Ya que el país tenía un déficit en cuenta corriente superior al 5% del PIB y su moneda estaba vinculada al dólar estadounidense, sus políticas estructurales eran ostensiblemente insostenibles. El país necesitaba del apoyo del FMI sólo para cubrir sus gastos corrientes, y no le quedaban recursos para el servicio de la deuda.
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