¿Estamos trabajando hasta matarnos?

El trabajo puede darle estructura y significado a la vida. Pero las condiciones laborales también pueden desencadenar o acelerar los síntomas de mala salud (física y mental) que repercuten en nuestra productividad y nuestra capacidad de ingreso, así como en nuestras relaciones sociales y familiares. De hecho hay un número alarmante de personas que parecen estar en riesgo.

De la fuerza laboral de la UE, compuesta por 160 millones de personas, el 56% afirma que trabaja a velocidades muy rápidas, y el 60% sostiene que sus plazos de entrega son muy cortos. Más de la tercera parte no interviene en el orden de las labores y el 40% lleva a cabo tareas monótonas. Eso contribuye probablemente a una gran variedad de problemas de la salud: el 15% de la fuerza laboral se queja de dolores de cabeza, el 33% de dolores de espalda, el 23% de fatiga y el 23% de dolores de cuello y hombros, además de otras enfermedades, incluyendo algunas que ponen en peligro la vida.

El estrés constante relacionado con el trabajo también es un determinante importante en desórdenes depresivos, la cuarta causa de enfermedades a nivel mundial. Se espera que en el 2020 ocupen el segundo lugar, superados sólo por las enfermedades cardíacas. En la UE, se calcula que el costo de esas y otras enfermedades mentales relacionadas es de 3-4% del PIB en promedio, y asciende a aproximadamente 265 mil millones de euros al año.

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