WASHINGTON, D.C. – Con el derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto, cuyo régimen estaba considerado ampliamente uno de los más estables de la región hasta hace poco, y el coronel Muamar el Gadafi aferrándose al poder en Libia, no se ve en lontananza un claro fin de la agitación que está barriendo el mundo árabe. Las protestas ya han derribado gobiernos en Túnez y Egipto y han dejado a otros países obligados a afrontar un descontento generalizado.
Los disturbios cogieron a la mayoría por sorpresa tanto dentro como fuera de la región y han acabado con al menos cinco creencias tradicionales sobre el mundo árabe.
Los árabes no salen a la calle a protestar. Antes de que comenzaran las protestas en Egipto y Túnez, muchos sostenían que no había una urgencia real de reforma política y que quienes pedían un cambio no entendían el talante público: la situación no era tan mala como la presentaban los disidentes. Ese punto de vista indujo a los gobiernos a creer que los árabes no se manifestarían en gran número para pedir un cambio. En todos los países se consideraba perjudicial para los intereses nacionales una reforma rápida.
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While China was an early mover in regulating generative AI, it is also highly supportive of the technology and the companies developing it. Chinese AI firms might even have a competitive advantage over their American and European counterparts, which are facing strong regulatory headwinds and proliferating legal challenges.
thinks the rules governing generative artificial intelligence give domestic firms a competitive advantage.
After years in the political wilderness, the UK Labour Party is now far ahead in opinion polls, with sensible plans for improving the country's economic performance. But to translate promises into results, any future government will have to do something about the elephant in the room: chronic under-investment.
explains what it will take for any political party to restore hope in the country's long-term economic future.
WASHINGTON, D.C. – Con el derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto, cuyo régimen estaba considerado ampliamente uno de los más estables de la región hasta hace poco, y el coronel Muamar el Gadafi aferrándose al poder en Libia, no se ve en lontananza un claro fin de la agitación que está barriendo el mundo árabe. Las protestas ya han derribado gobiernos en Túnez y Egipto y han dejado a otros países obligados a afrontar un descontento generalizado.
Los disturbios cogieron a la mayoría por sorpresa tanto dentro como fuera de la región y han acabado con al menos cinco creencias tradicionales sobre el mundo árabe.
Los árabes no salen a la calle a protestar. Antes de que comenzaran las protestas en Egipto y Túnez, muchos sostenían que no había una urgencia real de reforma política y que quienes pedían un cambio no entendían el talante público: la situación no era tan mala como la presentaban los disidentes. Ese punto de vista indujo a los gobiernos a creer que los árabes no se manifestarían en gran número para pedir un cambio. En todos los países se consideraba perjudicial para los intereses nacionales una reforma rápida.
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