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La resistencia a los antibióticos: una pandemia silenciosa

WASHINGTON DC/UPPSALA – Cuando la Organización Mundial de la Salud lanzó el año pasado la “Semana mundial de concienciación sobre el uso de los antimicrobianos”, amplió el enfoque de la campaña de únicamente los antibióticos a todos los antimicrobianos, es decir incluyendo los antirretrovirales, los antifúngicos y los antiprotozoarios. La OMS dijo que encuadrar la respuesta a la resistencia a los antibióticos (RAB) dentro de la agenda más amplia de la resistencia a los antimicrobianos (RAM), en la cual se incluye al VIH y la malaria, “facilitaría la sinergia programática y la eficiencia, a la vez que catalizaría acciones a nivel nacional para combatir las infecciones resistentes a los medicamentos”. Pero, si bien hay muchos aspectos en común entre la RAB y la RAM, también existen importantes diferencias que justifican prestar atención específica a los antibióticos.

La RAB ha sido una pandemia de crecimiento lento, impulsada en parte por un apoyo político relativamente débil para implementar planes de acción nacionales que incluyan el establecimiento de sistemas de vigilancia que cuenten con suficientes recursos. La consiguiente ausencia de datos específicos al contexto sobre la carga sanitaria y económica que representa la resistencia ha creado un obstáculo para las acciones políticas.

Si bien existen cifras agregadas sobre la carga mundial que representa la RAM (la cifra más citada proviene del Reino Unido de la revisión independiente de RAM para el período 2014-16; dicha revisión, presidida por el economista Jim O’Neill, calcula la cantidad de 700.000 muertes por año) dichas cifras sub-representan el problema de la RAB, debido al limitado alcance de las bacterias cubiertas. En realidad, las estimaciones sugieren que la RAB por sí sola cobra más de 750.000 vidas cada año, y que la cifra más alta de muertes  probablemente ocurre entre los niños que viven en los países más pobres. En una encuesta mundial reciente, el 79% de los médicos que tratan a recién nacidos notificaron una tendencia creciente de infecciones resistentes a múltiples fármacos a lo largo de los últimos cinco años, mientras que el 54% citó la RAB como la principal causa de fracaso del tratamiento para la sepsis neonatal, una infección de la sangre que afecta a los recién nacidos.

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