ROMA – Un juego de humo y espejos: eso es lo que parece la actual campaña electoral de Italia -tanto a los ojos de los italianos como del mundo en general-. Por supuesto, no hay nada de nuevo en todo esto: la dinámica política de Italia siempre asombró a participantes y observadores por igual. Que un pequeño partido centrista hoy pueda lograr que las cortes pospongan la elección no hace más que sumar a la confusión habitual.
Pero algo que parece seguro esta vez es el posible resultado. Silvio Berlusconi, líder de la alianza de derecha, ganará su tercera elección (también perdió en dos oportunidades), mientras que se espera que el voto por el Senado arroje un empate. En este caso, las fuerzas de Berlusconi podrían aliarse con el partido católico de centro de Pier Ferdinando Casini, o trabajar para formar una coalición con su adversario de centro-izquierda, el Partido Democrático, liderado por Walter Veltroni.
La segunda opción, alguna vez impensable, es posible porque Berlusconi no está liderando el tipo de campaña electoral incendiaria que condujo en el pasado. El tono incisivo y el partidismo feroz de los últimos 13 años han quedado a un lado. Berlusconi parece ser plenamente consciente de la dificultad de gobernar Italia.
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While carbon pricing and industrial policies may have enabled policymakers in the United States and Europe to avoid difficult political choices, we cannot rely on these tools to achieve crucial climate goals. Climate policies must move away from focusing on green taxes and subsidies and enter the age of politics.
explains why achieving climate goals requires a broader combination of sector-specific policy instruments.
The long-standing economic consensus that interest rates would remain low indefinitely, making debt cost-free, is no longer tenable. Even if inflation declines, soaring debt levels, deglobalization, and populist pressures will keep rates higher for the next decade than they were in the decade following the 2008 financial crisis.
thinks that policymakers and economists must reassess their beliefs in light of current market realities.
ROMA – Un juego de humo y espejos: eso es lo que parece la actual campaña electoral de Italia -tanto a los ojos de los italianos como del mundo en general-. Por supuesto, no hay nada de nuevo en todo esto: la dinámica política de Italia siempre asombró a participantes y observadores por igual. Que un pequeño partido centrista hoy pueda lograr que las cortes pospongan la elección no hace más que sumar a la confusión habitual.
Pero algo que parece seguro esta vez es el posible resultado. Silvio Berlusconi, líder de la alianza de derecha, ganará su tercera elección (también perdió en dos oportunidades), mientras que se espera que el voto por el Senado arroje un empate. En este caso, las fuerzas de Berlusconi podrían aliarse con el partido católico de centro de Pier Ferdinando Casini, o trabajar para formar una coalición con su adversario de centro-izquierda, el Partido Democrático, liderado por Walter Veltroni.
La segunda opción, alguna vez impensable, es posible porque Berlusconi no está liderando el tipo de campaña electoral incendiaria que condujo en el pasado. El tono incisivo y el partidismo feroz de los últimos 13 años han quedado a un lado. Berlusconi parece ser plenamente consciente de la dificultad de gobernar Italia.
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