Anne-Marie Slaughter, a former director of policy planning in the US State Department, is CEO of the think tank New America, Professor Emerita of Politics and International Affairs at Princeton University, and the author of Renewal: From Crisis to Transformation in Our Lives, Work, and Politics (Princeton University Press, 2021).
WASHINGTON, DC – Las primeras declaraciones del gobierno de los Estados Unidos acerca del “acuerdo inicial sobre el programa nuclear de Irán” han puesto el acento en las importantes concesiones logradas por Estados Unidos y Occidente. Irán aceptó detener el enriquecimiento de uranio por encima del 5%; neutralizar sus reservas de uranio enriquecido hasta casi el 20%; dejar de incrementar sus reservas de uranio enriquecido al 3,5%; renunciar al uso de “centrífugas de próxima generación”; cerrar su reactor de plutonio; y volver a abrir sus instalaciones nucleares a la realización de amplias inspecciones. A cambio, Irán obtendrá un “levantamiento limitado, temporal, selectivo y reversible” de las sanciones internacionales.
El acuerdo regirá solamente durante los próximos seis meses, en los que ambas partes intentarán alcanzar un acuerdo integral definitivo. Por ahora, como ha señalado el presidente Barack Obama, la postura de Estados Unidos es que “Irán [todavía debe] demostrar al mundo que su programa nuclear apunta exclusivamente a fines pacíficos”.
Presentar la cuestión de este modo responde a la necesidad de convencer a los escépticos congresistas estadounidenses de que acepten un acuerdo limitado y temporal. Los aliados de Israel en el Congreso tienen muy presente el rechazo declarado de aquel país a todo el proceso de negociación (rechazo que en los últimos tres meses el primer ministro Benjamín Netanyahu no se cansó de repetir a quien quisiera escucharlo).
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