El estancamiento a largo plazo camino al sur

SANTIAGO – Ahora que los precios de los recursos naturales bajan, y las tasas de interés en Estados Unidos aumentan porque la Reserva Federal abandona el relajamiento cuantitativo, las economías latinoamericanas enfrentan un nuevo desafío: seguir creciendo. En 2013, el producto interno bruto (PIB) de las principales economías de la región disminuyó su crecimiento, y se prevé lo mismo para 2014.

Es cada día más evidente que el rápido crecimiento en América Latina desde la crisis económica mundial de 2008 -2009 no fue el resultado de un cambio revolucionario de políticas, sino de circunstancias internacionales extraordinariamente ventajosas.  Mientras los precios de la soya, el trigo, el cobre, el petróleo y otras materias primas estuvieron por los cielos, países como Brasil, Chile y Perú recibieron un gran estímulo externo; incluso Argentina, con su deplorable manejo de la economía, logró crecer.

Pero ahora que las circunstancias externas se normalizan, el estancamiento a largo plazo –el término de moda en el debate estadounidense– podría llegar a América Latina. Larry Summers, el ex Secretario del Tesoro de Estados Unidos, causó gran revuelo en noviembre recién pasado cuando afirmó que la economía de su país, así como la de otras naciones avanzadas, había entrado en un largo período de escaso crecimiento del PIB.

Su argumentación es la siguiente: la alta deuda del consumidor, el lento crecimiento de la población y el aumento de la desigualdad de ingresos, han debilitado la demanda por parte de los consumidores y estimulado el ahorro. Al mismo tiempo, el lento crecimiento de la productividad y el estancamiento de la misma demanda agregada, han desalentado la inversión. Esto ha provocado una caída de la tasa "natural" de interés (aquella que garantiza que la demanda de inversión es igual a la oferta de ahorros), la que incluso podría ser negativa. Pero como es imposible que las tasa real de interés sea muy negativa a menos que la inflación sea alta –y hoy no lo es– existe un exceso de ahorro. Con un lento crecimiento en el consumo y la inversión, la economía estadounidense no puede sino caer en un estancamiento.

¿Es posible que esta situación se aplique a América Latina, donde el PIB aumenta más rápidamente, las tasas de interés son más altas y la demanda interna más vigorosa que en los Estados Unidos?

La historia de las últimas décadas en América Latina nos entrega algunas claves. El crecimiento fue mediocre hasta el reciente auge provocado por el alza de los precios de los recursos naturales. La crisis de la deuda y las grandes recesiones dieron lugar a "la década perdida" de los años 1980, y las reformas del mercado implementadas en los 1990 no lograron reactivar el crecimiento a corto plazo. Entre 1960 y 2007, hubo sólo cuatro países de Latinoamérica y el Caribe que crecieron más rápidamente que Estados Unidos: Brasil, Chile, la República Dominicana y Panamá. De esto se desprende que un crecimiento escaso en los años venideros no sería una desviación del patrón histórico de la región, sino un regreso al mismo.

Subscribe to PS Digital
PS_Digital_1333x1000_Intro-Offer1

Subscribe to PS Digital

Access every new PS commentary, our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – including Longer Reads, Insider Interviews, Big Picture/Big Question, and Say More – and the full PS archive.

Subscribe Now

¿Cómo se relaciona lo anterior con el estancamiento a largo plazo? Puesto que el promedio del PIB per cápita en los países latinoamericanos es solamente un cuarto del estadounidense, ellos deberían crecer más rápido que su vecino del norte. La cuestión es cuánto más rápido. En este contexto, el estancamiento significa una tasa de crecimiento demasiado baja para alcanzar a converger al estándar de vida de Estados Unidos dentro de un período de tiempo razonable.

A diferencia de Estados Unidos, el producto de las economías latinoamericanas ha alcanzado su nivel potencial o está cerca de hacerlo, de manera que un mayor crecimiento requiere una mayor inversión. Pero el desempeño de la inversión no ha estado a la altura de este desafío. Además, el problema de la región no es un exceso de ahorro interno, sino escasez del mismo: el promedio de ahorro del PIB en América Latina es del 18%, en comparación con el 30% en los países de alto crecimiento en Asia.

De lo anterior se desprende que los aumentos de la inversión en Latinoamérica suelen financiarse mediante préstamos provenientes del exterior. Los inversores extranjeros están dispuestos a tolerar los déficits en cuenta corriente resultantes, pero sólo hasta cierto punto. Por ejemplo, unas pocas palabras pronunciadas en mayo pasado por Ben Bernanke, el Presidente de la Reserva Federal, bastaron para que los mercados perdieran confianza en las economías emergentes con déficits en cuenta corriente de 4% del PIB o más. La economía de Brasil fue el blanco de los ataques más notorios, pero muchos analistas temieron que otros países latinoamericanos pudieran ser igualmente vulnerables. El resultado es que en la actualidad, al igual que en años anteriores, cuando los inversores extranjeros se ponen nerviosos, el financiamiento externo y la inversión se reducen en América Latina, lo que repercute en su crecimiento.

La falta de ahorro en la región refleja la debilidad de los incentivos que contemplan sistemas tributarios y de pensiones mal diseñados. Pero la situación del ahorro también se relaciona con problemas fiscales de larga data. A decir verdad, el manejo fiscal mejoró en varias economías latinoamericanas en los años anteriores a 2007, de modo que países como Chile pudieron montar una fuerte respuesta fiscal para enfrentar la crisis. Sin embargo, como lo señala un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) emitido en 2013, los estímulos fiscales no siempre fueron retirados a tiempo luego de pasada la crisis, de manera que la posición fiscal en toda la región es más débil hoy de lo que era en 2007.

La estructura del gasto fiscal también es problemática. Según el informe citado, sólo el 16% de este se destina a la inversión, menos de la mitad que en los países emergentes de Asia. Por eso que desde hace muchos años América Latina sufre un déficit de infraestructura, lo que reduce su crecimiento.

Aun si el ahorro interno aumentara fuertemente en el futuro, ello no garantizaría un aumento en la inversión. El deseo de invertir por parte de las empresas depende del producto adicional en que redundaría su inversión, y en los últimos años el incremento de la productividad en América Latina –al igual que en Estados Unidos­– ha sido causa de desazón.

Existen muchas razones que explican un desempeño deficiente de la productividad, siendo una de ellas la falta de diversificación en las estructuras económicas locales. Las economías se hacen más productivas ya sea produciendo los bienes y servicios de siempre de modo más eficiente, o reasignando recursos hacia sectores nuevos de mayor productividad. Esto se puede observar -o no- en la diversificación de las exportaciones, y la triste realidad es que la mayor parte de los países latinoamericanos, con la notable excepción de México, continúan exportando prácticamente lo mismo que exportaban hace veinte o treinta años. Esta es otra de las grandes diferencias entre América Latina y Asia.

¿Es posible que las economías latinoamericanas sigan creciendo una vez que los precios de los productos primarios y las tasas de interés internacionales regresen a la normalidad? Es lo que esperan los habitantes de la región. Sin embargo, el estancamiento es otra posibilidad, que se puede evitar sólo si las autoridades la reconocen como tal y toman medidas inmediatas para evitarla.

https://prosyn.org/rgmKjooes