Los Blues del Mercosur

SANTIAGO – Cuando los líderes del Mercosur se reunieron esta semana en Caracas, la atmósfera se cargó con los acostumbrados pronunciamientos en contra del imperialismo - como también con una inequívoca sensación de desgaste.

Por lo general, se describe al Mercosur como un grupo comercial, pero de hecho desde su inicio ha sido una institución netamente política. Brasil, el principal poder de la región, siempre lo ha considerado un contrapeso a Estados Unidos en los asuntos hemisféricos. Los gobiernos peronistas de Argentina lo utilizaron para promocionar la integración pese a haber hecho poco o nada para remover las verdaderas barreras comerciales. Y la integración de la Venezuela de Hugo Chávez en 2006 hizo aún más patente el giro del bloque hacia tendencias populistas.

Personalmente, recuerdo la frustrante experiencia de asistir a las reuniones del Mercosur como ministro del gobierno chileno (Chile es miembro asociado) a fines de la década pasada: eran muy extensas en planteamientos y discursos, pero se quedaban cortas al momento de llegar a acuerdos sustanciales sobre lo que fuere.

En la cumbre de 2006 en Córdoba, cuando Chávez y Fidel Castro se trabaron en una competencia sobre quién podía pronunciar el discurso más largo e inconsecuente, reinaba el buen ánimo entre los impulsores de Mercosur. Bolivia, también gobernada por un populista carismático, mostraba ansiedad por desarrollar vínculos más cercanos, lo mismo que pasó poco después en Ecuador. Algunos países más pequeños de América Central y el Caribe optaron por la misma línea política a cambio de recibir generosos aportes monetarios y petrolíferos de Venezuela. En ese entonces, los líderes del Mercosur afirmaban que podían ofrecer "un modelo de desarrollo alternativo" para la región. Hoy nadie podría creer eso.

Esta semana en Caracas la sensación que reinaba era más bien fúnebre. El anfitrión Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez, enfrenta una economía colapsada y tensiones dentro de su propio partido. Y a pesar de que el precio del petróleo está relativamente alto, Venezuela tiene un gran déficit fiscal y sus reservas en divisas van en disminución. Su tasa de inflación es la más alta de la región y la actividad económica se ha estancado.

Para enfrentar la frustración popular ante el deterioro de las condiciones de vida y poner fin a las protestas callejeras, el gobierno de Maduro ha recurrido a la represión violenta. El líder opositor Leopoldo López pasó meses en una prisión militar hasta que hace poco se lo sometiera a juicio. Instituciones como Human Rights Watch han denunciado repetidamente que el gobierno venezolano viola los derechos humanos y restringe los derechos civiles.

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La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, llegó a Caracas con la esperanza de conseguir apoyo para su lucha contra los llamados fondos buitre, que adquirieron bonos soberanos emitidos por su nación a precios muy bajos y que ahora han obtenido un pronunciamiento favorable en la demanda judicial que presentaron para obtener el pago total del valor de esos bonos. Pero Fernández pronto descubrió que las amables palabras de aliento pronunciadas por su colegas no tenían mayor peso. La decisión el mes pasado de la Corte Suprema de Estados Unidos, que confirmó el fallo de un tribunal de menor instancia contra Argentina, la puso en una situación muy difícil. Pagarles a los recalcitrantes bonistas hubiera significado perder prestigio y posiblemente desencadenado una serie de demandas judiciales similares; el no pago constituiría un default técnico y conllevaría inevitables costos. Fernández optó por esta segunda vía.

El acceso a capital extranjero es importante para Fernández porque ella, al igual que Maduro, enfrenta una economía estancada y una creciente escasez de dólares. Las medidas de estabilización interna que adoptó hace unos meses le permitieron ganar tiempo, pero no disiparon el temor a una recesión. En un esfuerzo para volver a tener acceso a los mercados de capital, el equipo económico argentino llegó a un acuerdo con el Club de París de acreedores soberanos y con la empresa española Repsol (ex propietaria de YPF, la gigantesca empresa petrolífera nacionalizada por Argentina), pero el conflicto con los buitres ha hecho retroceder al país. Y con la próxima elección presidencial programada para octubre de 2015, casi todos los posibles candidatos, incluso los de su propio partido, rápidamente se están distanciando del estilo autoritario de Fernández y de su problemático legado económico.

En Bolivia, el presidente Evo Morales ha recurrido a artimañas jurídicas y constitucionales para asegurarse un nuevo mandato presidencial. En teoría, Morales no podría volver a postularse para la presidencia después de haber cumplido dos mandatos, pero el tribunal constitucional boliviano ha sostenido que lo puede hacer. Ello porque la nueva constitución redefine al país como el Estado Plurinacional de Bolivia, de modo que Morales habría cumplido su primer período como jefe de otro estado. Cuando a Morales se le preguntó por qué quería volver a ser presidente, respondió que era porque la ex reina Sofía de España le había dicho "tienes que acabar tu obra" - una confesión más bien peculiar para un líder nacionalista.

En Ecuador, las instituciones democráticas también se encuentran en estado de sitio. Un informe independiente detalla 12 instancias separadas en que el gobierno ha interferido en procesos judiciales. Además, una polémica ley mordaza aprobada el año pasado ya ha conducido al cierre de la edición impresa de un importante periódico. De acuerdo a Catalina Botero, la saliente Relatora Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, "Ecuador es, tras Cuba, el país más restrictivo en libertad de expresión".

La presidenta de Brasil, Dilma Roussef, enfrenta una situación que es tanto similar como diferente de las de sus colegas del Mercosur. Brasil no es un país donde un presidente pueda manipular la constitución ni cerrar periódicos. Pero el malestar se siente en el aire de Brasilia (sin mencionar la goleada que recibió el país de parte de Alemania durante el último Campeonato Mundial de Fútbol).

La rápida recuperación experimentada por Brasil luego de la crisis financiera de 2008 congració al país con los mercados financieros internacionales, pero el débil crecimiento experimentado desde entonces ha impedido que se cumplan las promesas previas. A pesar del bajo desempleo, la ansiedad sobre la economía va en aumento - y comienza a penetrar en el mundo político. Y como la popularidad de Rouseff baja en las encuestas mientras la de sus oponentes aumenta, es posible que la elección presidencial de Octubre no esté tan resuelta como se había pensado.

Michelle Bachelet, la presidenta de Chile, no estuvo presente en la cumbre de Caracas, aduciendo que un resfrío y su agenda interna le impedían viajar. También puede que hayan incidido en su decisión las complicaciones políticas derivadas de una posible reunión con la oposición venezolana en la que ella había decidido no participar, prefiriendo enviar a su Ministro de Relaciones Exteriores.

Rouseff y Bachelet eran las candidatas naturales para liderar una corriente moderada capaz de contrarrestar el populismo de Maduro, Fernández, Morales y Correa. Pero Rouseff, al igual que su antecesor, el popular Luiz Inácio Lula da Silva, no sólo ha optado por eludir ese rol, sino que ha buscado acercarse a Venezuela. Chile es un país demasiado pequeño para dar una lucha por sí solo; además, la Presidenta Bachelet tiene las manos llenas con las reformas tributaria, educacional y constitucional, que resultan cada día más polémicas

Las palabras de José Mujica, el presidente de Uruguay, son las que mejor resumen el encuentro de Caracas: "Sacamos una declaración". Es decir, las cumbres del Mercosur siguen siendo reuniones de palabras improductivas – y el surgimiento de un liderazgo regional moderno de centro-izquierda en América Latina tendrá que seguir esperando.

Traducido del inglés por Ana María Velasco 

https://prosyn.org/S8DBLaves