Asesinato en Belgrado

Ningún crimen, desde el asesinato del Archiduque Francisco Fernando, ha sacudido a Belgrado como lo ha hecho el homicidio del Primer Ministro serbio Zoran Djindjic. Las balas que mataron a Djindjic también pueden haber acabado con las esperanzas serbias de volver a la normalidad, en el momento mismo en que estábamos saliendo de la pesadilla que fue el largo malgobierno de Slobodan Milosevic. Con las sangrientas guerras de la sucesión yugoslava todavía grabadas profundamente en nuestras mentes, ¿anuncia el asesinato de Djindjic el fin de una era de violencia política, o el comienzo de otra?

La salidad de Milosevic hace dos años fue turbulenta, pero nadie fue asesinado. Los serbios estaban orgullosos: se había dado fin a una dictadura de un modo democrático y pacífico. La extradición de Milosevic para enfrentar cargos de crímenes de guerra ante el Tribunal de La Haya, un juicio que ha ocurrido sin incidentes en Serbia, también fue pacífica. En un momento en que sus relaciones con la región y con Occidente se acercaban a algo parecido a la normalidad, los serbios estaban comenzando a sentir, después de mucho tiempo, que estaban encontrando la paz consigo mismos y con el mundo.

Por supuesto, los asesinatos no son una novedad en Serbia. "Arkan", el líder del grupo paramilitar más criminal de las guerras en Bosnia y Kosovo, y una fuerza política incluso después de la caída de Milosevic, fue asesinado en Belgrado el año pasado. Djindjic mismo escapó por poco de un intento de asesinato en la carretera, apenas hace un mes. Pero la mayoría de los serbios estaba empezando a creer que las urnas, y no las balas, iban a convertirse en la herramienta política predominante.

El eficaz liderazgo de Djindjic hizo posible este cambio. Aunque el político más popular del levantamiento contra Milosevic fue Vojislav Kostunica, que lo reemplazó como presidente, fue Djindjic quien hábilmente coordinó la volátil coalición que se opuso al régimen. Su incansable energía y su rapidez de pensamiento hicieron posible el éxito desde tras las bambalinas. Como primer ministro de Serbia después de Milosevic, parecía más el Director Ejecutivo de una corporación que el profesor de filosofía educado en Heidelberg que era.

Djindjic supo ser siempre pragmático y nunca doctrinario. Como resultado de la difícil situación de Serbia, acumuló más poder que el que usualmente tienen los primeros ministros. El régimen de Milosevic dejó instituciones debilitadas, con grandes áreas de la policía y el poder judicial, además de varias compañías de propiedad estatal, bajo el control de sus corruptos partidarios. Con poca confianza en las instituciones existentes para la implementación de las reformas, Djindjic a menudo tomó atajos, usando medios extralegales y mayorías parlamentarias improvisadas para abrirse camino a través de la legislación. Sólo importaban la prosperidad y una "Serbia europea".

¿Ayudó esta actitud a incitar su muerte? ¿Quién puede saberlo? Ciertamente, aportó poco a la construcción de una sociedad respetuosa del imperio de la ley. Aún así, las consecuencias inmediatas de la muerte de Djindjic serán trágicas. Era visto en occidente como un reformador, y es posible que la reforma no se lleve a cabo sin él. Si eso ocurre, no llegará la inversión occidental, que se necesita con urgencia. Serbia volverá a ser vista como una tierra sin ley y sumida en la oscuridad.

Subscribe to PS Digital
PS_Digital_1333x1000_Intro-Offer1

Subscribe to PS Digital

Access every new PS commentary, our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – including Longer Reads, Insider Interviews, Big Picture/Big Question, and Say More – and the full PS archive.

Subscribe Now

Aunque Djindjic no era popular, sólo los nacionalistas más radicales y los partidarios más recalcitrantes de Milosevic pueden celebrar su desaparición. La ven como el justo castigo por la "traición" que significó su decisión de extraditar a Milosevic, y a otros "héroes" serbios, a La Haya. La consecuencia más peligrosa es que el asesinato puede reforzar en Serbia la creencia de que sólo es posible un gobierno autoritario.

Dada la prevalencia de esta creencia, la muerte de Djindjic crea un grave vacío de poder, precisamente porque su vasta influencia personal estaba haciendo que Serbia avanzara en algunas de las direcciones correctas. Ahora, es de temer, el crimen organizado intimidará a sus menos talentosos sucesores. Por ahora, el gobierno de Serbia ha impuesto el estado de emergencia. Pero es poco probable que los criminales organizados que casi con total certidumbre están tras la muerte de Djindjic sean desactivados de manera rápida o eficaz.

La razón de esto también explica por qué Djindjic no podía confiar en el estado serbio para llevar a cabo sus políticas. Muchos policías y agentes de inteligencia están a sueldo de los jefes mafiosos. El hecho de que un ex presidente de Serbia, Ivan Stambolic, pudiera desaparecer sin dejar huella en 1999 es un triste testimonio del poder del submundo criminal de Serbia.

De hecho, no sería de extrañar que Djindjic fuera víctima de sus avances recientes para acabar con el crimen organizado. Al principio fue lento en esa lucha, debido a que no deseaba echarse encima de una sola vez a la mayor parte de un establishment infestado por la mafia de Milosevic. Prefirió enfrentarse con una institución corrupta a la vez, a medida que consolidaba su poder. Es triste decir que tal vez al comienzo también haya necesitado el apoyo de algunos jefes mafiosos.

El asesinato de Djindjic hará de la lucha contra el crimen el principal objetivo político del país. En esto, al fin los políticos tendrán algo parecido a un apoyo público unánime. Pero la mafia no sería tan poderosa, ni la policía y el poder judicial tan corruptos, si la economía serbia estuviera en mejores condiciones. Serbia es pobre y la ayuda de Occidente se necesita desesperadamente. El crimen de Djindjic demuestra que la situación es tan crítica que la ayuda ya no debería estar condicionada a la implementación de reformas radicales.

Por el momento, los nacionalistas más extremistas y los partidarios de Milosevic pueden sentirse triunfantes. Pero un logro claro de la era Djindjic es que nunca volverán al poder. Ha perdido toda credibilidad su visión de una Serbia chauvinista que sólo mira hacia sí misma, mientras que la posición de Djindjic puede volverse más popular debido al aura de mártir que confiere a su figura la forma en que murió.

Los momentos de derrota han sido siempre encrucijadas históricas en Serbia. Una vez más, los serbios enfrentan una de esas ocasiones. Sin embargo, esta vez debemos decidirnos a recordar con mayor fuerza la causa de Zoran Djindjic, la libertad política y económica, que su sangriento sacrificio.

https://prosyn.org/CTYs5ULes