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La ruta hacia la guerra con China

NUEVA YORK – A lo largo de los últimos dos años, las elites dedicadas a la política exterior de Estados Unidos han elegido más a menudo a China como no sólo un competidor de Estados Unidos, sino como un enemigo al mismo nivel que lo fue la Unión Soviética. Aunque la retórica anti-china en Estados Unidos no es nueva, el gobierno del presidente Donald Trump la ha agudizado y amplificado enormemente. Esto ocurre a pesar de los profundos lazos económicos entre los dos países, la abundancia de colaboraciones científicas y educativas, y la políticas exterior consistente de China con respecto a no intervenir en los asuntos de Estados Unidos.

Entre las figuras prominentes que están en contra de China en Washington se encuentran el director del FBI, Christopher Wray, Peter Navarro, quien es el actual director de la Oficina de Política de Comercio y Manufactura de la Casa Blanca, el senador Marco Rubio, y Derek Scissors del American Enterprise Institute. Haciendo eco del lenguaje de la Guerra Fría, ellos demonizan a China como un Estado totalitario que amenaza con anular el orden mundial liderado por Estados Unidos. Adicionalmente, el gobierno de Trump trata de contener el auge económico y geopolítico de China mediante el uso de tácticas de alta presión, como instar a los aliados de Estados Unidos a no comprar productos tecnológicos chinos o a no vender tecnología avanzada a China.

Estos críticos permanecen hostiles con China, independientemente de lo que haga China, lo que recuerda lo ocurrido durante los decenios de 1980 y 1990, cuando Estados Unidos consideró a un Japón económicamente poderoso como una amenaza importante para la seguridad nacional – a pesar de que Japón era una democracia que no había sido acusada de amplias violaciones de derechos humanos. De manera similar, durante todo el tiempo que Estados Unidos clasifique a China como un “país par competidor” tratará a dicho país como una amenaza, incluso si los líderes de China se acomodan a lo que quiere Estados Unidos.

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