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La influencia cultural estadounidense sigue en pie

NUEVA YORK – La notable lectura que hizo Amanda Gorman de su poema «La colina que subimos» en la ceremonia de inauguración de la presidencia de Joe Biden conmovió a millones. Fue razón suficiente para que una importante editorial neerlandesa decidiera encomendar su traducción a alguna figura literaria destacada. Pero la elección de Marieke Lucas Rijneveld, Premio International Booker, novelista de raza blanca que se identifica como de género no binario, provocó la protesta inmediata de activistas negros en los Países Bajos, que exigieron que, por ser Gorman afroamericana, hiciera la traducción alguien de raza negra (incluso hubo quien expresó «dolor» por la decisión de la editorial). Finalmente, Rijneveld se retiró del proyecto.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, en Japón, seguidores locales de QAnon (una teoría conspirativa de la ultraderecha estadounidense) han comenzado a añadir disparatadas fabulaciones propias a la creencia compartida de que a Donald Trump le robaron la presidencia. Los simpatizantes japoneses de QAnon están convencidos de que extranjeros siniestros gobiernan Japón detrás de escena, y responsabilizan a la familia imperial por un sinfín de males que van de la bomba atómica al devastador terremoto de 2011. Por si no fuera bastante extraño, algunos adherentes japoneses de QAnon idolatran al exgeneral estadounidense (ahora caído en desgracia) Michael Flynn.

Para bien o para mal, la influencia de la cultura estadounidense sigue tan fuerte como siempre. En este sentido, al menos, es muy exagerado decir que Estados Unidos está en declive. Aun con el ascenso de China, la enorme prosperidad de la Unión Europea y el vergonzoso espectáculo de la presidencia de Trump, gente de todo el mundo sigue buscando pistas culturales y políticas en Estados Unidos.

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