NUEVA YORK – Las protestas masivas en Argelia y Sudán recientemente han derrocado a dos autócratas envejecidos, poniendo fin a 20 y 30 años, respectivamente, de régimen absolutista. En ambos países, los insurgentes hoy están enfrascados en negociaciones con el ejército, los gestores de facto de una transición hacia un nuevo orden político. El resultado de estas luchas de poder ayudará a determinar si Argelia y Sudán se vuelven más democráticos y prósperos o si, en cambio, se suman a una cadena de décadas de esperanzas frustradas en la región.
Los manifestantes parecen ser plenamente conscientes de los peligros de la “trampa egipcia”, por la cual un general que asume el cargo de un gobierno supuestamente interino termina convirtiéndose en un presidente de por vida. Abdel Fattah el-Sisi, el general devenido presidente de Egipto, espera hacer precisamente eso mediante una enmienda constitucional que podría mantenerlo en el poder hasta por lo menos 2030.
Otorgarle demasiado poder al ejército no sólo afectaría las esperanzas democráticas de los manifestantes argelinos y sudaneses. También aumentaría el riesgo de que los generales sigan consumiendo una porción excesiva de los recursos públicos de por sí escasos, bloqueando a la vez reformas económicas que se necesitan con urgencia.
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Otorgarle demasiado poder al ejército no sólo afectaría las esperanzas democráticas de los manifestantes argelinos y sudaneses. También aumentaría el riesgo de que los generales sigan consumiendo una porción excesiva de los recursos públicos de por sí escasos, bloqueando a la vez reformas económicas que se necesitan con urgencia.
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