

From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
WATERLOO/EAST LANSING – La pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania han provocado un aumento vertiginoso en los precios de las materias primas en los últimos años, socavando la seguridad alimentaria mundial. Ahora, los precios globales de los alimentos se sitúan por debajo de los picos de hace un año, pero nadie debe ser complaciente: los problemas alimentarios del mundo están lejos de terminar. El riesgo de una volatilidad de los precios continúa siendo alto.
Con la anulación de la Black Sea Grain Initiativepor parte del presidente ruso, Vladímir Putin, y con los ataques a la infraestructura de exportación en Ucrania, el precio del grano han vuelto a subir. Sin embargo, los mercados de alimentos disfuncionales representan riesgo a largo plazo. El trigo sigue siendo más del doble de caro que antes de la pandemia. Además, la inflación de los precios de los alimentos continúa superando el 5 % en la mayoría de los países en desarrollo y alcanza el 30 % en lugares como Ruanda y Egipto. Es probable que se produzca otro aumento global de los precios de los alimentos.
El verdadero problema es que el creciente poder de mercado de las principales empresas agroindustriales está aumentando el riesgo de que las oscilaciones extremas del valor de los alimentos se conviertan en la norma.
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