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Afganistán siempre tuvo que ver con la política norteamericana

TOWNSHEND, VT – Ahora que tantas verdades tristes sobre Afganistán están saliendo a la luz, hasta en los principales medios, permítanme agregar una más: la guerra, desde principio a fin, tuvo que ver con la política, no en Afganistán sino en Estados Unidos.

Afganistán siempre fue una atracción secundaria. Según el relato oficial, los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 fueron lanzados desde suelo norteamericano, por gente que se había entrenado en Florida. La mayoría de los perpetradores identificados eran sauditas. El líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, fijó su base en Afganistán después de abandonar Sudán; pronto pasó a Pakistán, donde se quedó por el resto de su vida. Los dirigentes talibanes de Afganistán no fueron acusados de haber participado en los atentados del 11/9.

Pero la invasión de 2001 fue rápida y aparentemente decisiva. Y así rescató la presidencia mancillada de George W. Bush, que justo en ese momento tambaleaba por una deserción (de James Jeffords de Vermont) que había costado el control republicano del Senado. La aprobación de Bush se disparó a 90% y luego declinó de manera sostenida, aunque dos impulsos adicionales –luego de la invasión de Irak en marzo de 2003 y la captura de Saddam Hussein en diciembre- le permitieron ganar, por escaso margen, la elección de 2004.

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