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El desarrollo social de Occidente está detenido

BERLÍN – Tras tres décadas de creciente desigualdad económica, las poblaciones de los países avanzados están enojadas, y expresan sus quejas en las urnas o en las calles. Pero una respuesta creíble a la desigualdad exige encarar una faceta de esta tendencia de la que no se habla tanto: la pérdida de movilidad social intergeneracional.

Hoy los padres no pueden dar por sentado un futuro mejor para sus hijos. Por el contrario, un informe de la OCDE publicado en 2018 concluye que en la media de los países desarrollados, a los niños del decil inferior de ingresos les llevaría entre cuatro y cinco generaciones llegar al nivel de ingresos promedio. Y la lentitud de la movilidad ascendente es mayor cuanto más desigual es el país.

La desigualdad y la falta de movilidad social tienen un claro vínculo con la geografía: a las áreas urbanas en general les va mucho mejor que a las rurales. La Brookings Institution informa que en Estados Unidos las ciudades con más de un millón de residentes generaron el 72% del crecimiento total del empleo desde la crisis financiera de 2008, contra sólo el 6% para las ciudades con poblaciones de entre 50 000 y 250 000 habitantes. Desde 1970, los salarios del 2% superior en las áreas metropolitanas estadounidenses aumentaron casi un 70%, contra 45% en el resto del país.

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