Tributo al mal

En mayo el mundo celebrará el 60 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Pero, en vez de estarse preparando animosamente para la ocasión, los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania -que apenas hace quince años recuperaron la independencia que perdieron en ese conflicto- están inquietos.

Los jefes de Estado de estos tres países fueron invitados a participar en los desfiles que se realizarán en Moscú para celebrar la victoria del Ejército Rojo sobre la Alemania nazi. Pero el anfitrión mismo de la celebración, Rusia, en los tiempos de la Unión Soviética, causó la guerra -la más sangrienta en la historia europea- cuyo fin se conmemora. Por supuesto, la URSS instigó la guerra junto con Adolfo Hitler, pero su responsabilidad es innegable. Al llevar a cabo estas celebraciones en la Plaza Roja, y por tanto, resaltar el triunfo soviético, Rusia también celebra sus ganancias de esa guerra. Una de esas ganancias fue mi país, Lituania, cuya incorporación al imperio de Stalin estuvo acompañada de incontables tragedias. A diferencia de Alemania, Rusia nunca ha reconocido su responsabilidad en la guerra y las fosas comunes llenas de inocentes.

Por lo tanto, un país que antes fue cautivo ahora es invitado a celebrar su cautiverio. Por eso casi todos los lituanos - de hecho, la mayoría de los habitantes de los países bálticos- se sienten incómodos ante la perspectiva de que sus gobernantes celebren este aniversario en Moscú. Pero los estonios, los letones y los lituanos no son los únicos europeos que tendrían que sentirse así.

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