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Un nuevo acuerdo climático es posible

COPENHAGUE – Miremos a los líderes de nuestro tiempo. Que estos son momentos difíciles se puede ver en las líneas de su rostro y en sus expresiones adustas. La responsabilidad pesa mucho cuando la economía está en crisis y la gente es despedida en grandes cantidades. Nadie asume tanto esa responsabilidad como los líderes políticos.

Día tras día, se hacen esfuerzos para encontrar un camino hacia la recuperación. Las luces están encendidas hasta bien avanzada la noche en las oficinas de gobierno de todo el mundo. ¿Acaso "esa cuestión del clima" no debería esperar a que sean tiempos mejores?

No. La demora no es una opción. El mundo ya ha esperado demasiado y la cuestión necesita una atención urgente. A medida que las consecuencias del cambio climático se vuelven más visibles, cada vez más gente empezó a darse cuenta de que cuanto más dudamos, más costoso se vuelve el problema. Cuanto más pospongamos la acción, más grande será la cuenta que le transfiramos a nuestros hijos e hijas y a nuestros nietos.

Al mismo tiempo, entendemos que cuanto antes abordemos el desafío del cambio climático, menor será el riesgo de caos y catástrofe: sequías, huracanes, aumento del nivel del mar y enormes cantidades de refugiados climáticos. Así las cosas, la política climática también es una política de seguridad. Cuanto más reduzcamos la cantidad de carbón, petróleo y gas que utilizamos, cuanto más aumentemos la independencia energética, menos riesgo correremos de entablar una lucha por la energía y los recursos. Nuevamente, eso es política de seguridad.

Cuanto antes un país y sus empresas encuentren tecnologías nuevas e innovadoras, más sólida será su posición económica. Cuanto más limpias las fuentes de energía en las que nos basamos para edificar nuestro crecimiento, mayor la reducción de la contaminación del aire y acústica que podremos lograr. La energía sustentable y las soluciones de ahorro de energía proporcionan aire más limpio, agua más limpia y ambientes más limpios para que crezcan nuestros nietos.

En consecuencia, abordar el cambio climático no es una agenda contra el crecimiento. Por el contrario, es la única agenda de crecimiento que podemos permitirnos en el siglo XXI. En otras palabras, aquellas naciones que aborden antes y mejor los desafíos del cambio climático tendrán el punto de partida más ventajoso para el fortalecimiento político y económico.

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La dependencia del petróleo y del gas extranjero ya no es la mejor solución -ni en Estados Unidos, ni en Europa, ni en ninguna parte-. Necesitamos encontrar una respuesta que atice el desarrollo de energía más limpia para librar a las economías de la dependencia de recursos energéticos extranjeros. No hay mejor manera de hacerlo que a través de un acuerdo climático global, que determinare el carácter previsible y la certeza que requieren los inversores.

Aquí vale la pena mencionar que Japón demostró un verdadero liderazgo al anunciar un recorte de las emisiones de un 25% para 2020 en comparación con los niveles de 1990. Y China también está avanzando a pasos acelerados. En la Cumbre sobre Cambio Climático del Secretario General de las Naciones Unidas en septiembre, China reveló planes para recortar la intensidad de carbono de su economía, expandir drásticamente su compromiso con la energía renovable y reducir sus emisiones para 2020 en comparación con las prácticas convencionales.

En un mercado global que seguirá creciendo en los próximos años, Estados Unidos simplemente no puede darse el lujo de desperdiciar esta oportunidad. Si Estados Unidos se queda afuera de la acción, China será quien se beneficie con las ventajas de haber actuado primero en cuanto a las soluciones energéticas que reemplazarán a los combustibles fósiles. En ese sentido, abordar el desafío del cambio climático también es una cuestión de liderazgo político y económico en el siglo XXI.

De modo que, no, "esa cuestión del clima" no puede esperar. Debe resolverse de inmediato. Y la fecha límite no la fija simplemente el gobierno danés, que es sede de la cumbre del clima de las Naciones Unidas en diciembre. Los países del mundo se comprometieron a esa fecha límite hace dos años en Bali. Sí, la economía global está en mal estado, pero los otros desafíos del mundo no han disminuido. De hecho, el problema del clima está creciendo, y solucionarlo no es un obstáculo para reparar la economía.

Por el contrario, los negocios verdes son rentables -tanto ahora como en el futuro- como ha demostrado Dinamarca. Las últimas cifras de 2008 muestran que las exportaciones danesas de tecnología de energías alternativas aumentó el 19% -aproximadamente cuatro veces lo que aumentaron las exportaciones comunes.


La gente del mundo espera que sus líderes asuman la responsabilidad de diseñar un acuerdo climático ambicioso y verdaderamente global. El acuerdo debería incluir objetivos vinculantes para la reducción de las emisiones de gases de tipo invernadero por parte de los países desarrollados. También debería poner a las grandes economías en desarrollo en un sendero más limpio y más verde hacia la prosperidad. Y tiene que ofrecer asistencia a los países vulnerables -los primeros en ser afectados y los más afectados-. Finalmente, el acuerdo debería poner financiamiento adicional sobre la mesa -parte del cual debe financiar la adaptación en los países en desarrollo- e incluir un acuerdo sobre cómo podemos trabajar juntos para compartir tecnología y conocimiento.

Alcanzar un acuerdo global sobre el cambio climático este año en Copenhague requerirá coraje político de los líderes de todo el mundo. Con el futuro de sus economías y la seguridad nacional en juego, requiere cuanto menos que estén a la altura de sus responsabilidades más fundamentales frente a los ciudadanos.

https://prosyn.org/pJJTVNQes