BRASILIA – Que Brasil es y siempre será un país pacífico es, para cualquier ciudadano brasileño, una verdad obvia. Brasil ha vivido en paz con sus diez vecinos hace casi 150 años, habiendo fijado sus fronteras por medio de la negociación. La última vez que estuvo en guerra fue en 1942, tras una agresión directa por parte de submarinos nazis en el Atlántico Sur. Brasil renunció a las armas nucleares y firmó con Argentina y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) un amplio acuerdo de salvaguardias para el uso pacífico de la energía nuclear. Por intermedio del Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), Brasil contribuye con la integración política, económica, social y cultural de la región.
Sin embargo, para uno de los principales países emergentes del mundo, ¿es suficiente el poder blando?
La política exterior pacífica de Brasil sin duda sirve a sus intereses. El país ha empleado su estatura para promover la paz y la cooperación en Sudamérica y en el resto del mundo. Su actitud constructiva es el resultado de una visión del mundo donde son centrales los valores de la democracia, de la justicia social, del desarrollo económico y de la protección del medioambiente.
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At the end of European Communism, there was a widespread, euphoric hope that freedom and democracy would bring a better life; eventually, though, many lost that hope. The problem, under both Communism and the new liberal dispensation, was that those pursuing grand social projects had embraced ideology instead of philosophy.
considers what an Albanian Marxist philosopher can tell us about liberty in today's world.
For the US, Slovakia's general election may produce another unreliable allied government. But instead of turning a blind eye to such allies, as President Joe Biden has been doing with Poland, or confronting them with an uncompromising stance, the US should spearhead efforts to help mend flawed democracies.
reflect on the outcome of Slovakia's general election in the run-up to Poland's decisive vote.
BRASILIA – Que Brasil es y siempre será un país pacífico es, para cualquier ciudadano brasileño, una verdad obvia. Brasil ha vivido en paz con sus diez vecinos hace casi 150 años, habiendo fijado sus fronteras por medio de la negociación. La última vez que estuvo en guerra fue en 1942, tras una agresión directa por parte de submarinos nazis en el Atlántico Sur. Brasil renunció a las armas nucleares y firmó con Argentina y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) un amplio acuerdo de salvaguardias para el uso pacífico de la energía nuclear. Por intermedio del Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), Brasil contribuye con la integración política, económica, social y cultural de la región.
Sin embargo, para uno de los principales países emergentes del mundo, ¿es suficiente el poder blando?
La política exterior pacífica de Brasil sin duda sirve a sus intereses. El país ha empleado su estatura para promover la paz y la cooperación en Sudamérica y en el resto del mundo. Su actitud constructiva es el resultado de una visión del mundo donde son centrales los valores de la democracia, de la justicia social, del desarrollo económico y de la protección del medioambiente.
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