¿Un futuro para los arrecifes de coral del mundo?

Los arrecifes de coral son los ecosistemas marinos más biológicamente ricos del mundo y albergan a algunos de los más bellos organismos. Proporcionan la principal fuente de proteínas a más de diez millones de personas en todo el planeta. Las actividades basadas en los arrecifes (principalmente la pesca y el turismo) forman el sustento económico de millones más. Es claro que los costos humanos de la destrucción de estos ecosistemas es enorme.

Sin embargo, el deterioro de los arrecifes de coral a nivel global es grave y constante. En algunos lugares ha ocurrido una desintegración a gran escala de los ecosistemas de los arrecifes, y es un riesgo real el colapso a escala mundial.

Pero también hay algunas buenas noticias: sabemos los pasos que la comunidad internacional puede dar hoy para proteger y recuperar la ``capacidad de resistencia'' de los arrecifes, es decir, su capacidad de mantenerse íntegros de cara a las fluctuaciones ambientales que son parte natural de la vida en un ecosistema. Debemos atenuar la intensidad del calentamiento global, al tiempo que conservamos la capacidad de resistencia de los arrecifes de coral.

Históricamente, los principales agentes de degradación de los arrecifes han sido la pesca excesiva y la contaminación, no el calentamiento global. En los ecosistemas naturales, cuando disminuye el número de presas, los predadores empiezan a desnutrirse y su cantidad se reduce también, dando a su presa la oportunidad de recuperarse. Pero los predadores humanos son diferentes. Cuando disminuye la cantidad de nuestras presas, su valor económico tiende a aumentar, de modo que la pesca se intensifica. Esto significa que una vez que se han agotado las especies de predadores, la presión de pesca pasa a las especies que se alimentan de plantas, haciendo que baje rápidamente el número de herbívoros en los arrecifes de coral.

Los peces herbívoros son elementos clave en los arrecifes de coral. Cuando disminuye la población de corales tras los ciclones, enfermedades u otras perturbaciones, son los herbívoros quienes controlan las algas marinas y permiten que el coral se recupere. Sin ellos, las algas, que crecen rápidamente, monopolizan el espacio del arrecife, impidiendo que haya una recuperación de cantidades saludables de cubierta de coral.

Puesto que los corales proporcionan la estructura de hábitat de la cual dependen otros organismos del arrecife, la reducción de la cubierta de coral produce una gran disminución de la biodiversidad del arrecife. La polución por parte de los nutrientes y toxinas de los terrenos adyacentes vicia aún más la capacidad de las poblaciones de coral de recuperarse, dando a las algsa marinas una ventaja aún mayor.

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Los corales se forman por una simbiosis entre un animal y una planta unicelular. El animal proporciona refugio y nutrientes a la planta; la planta convierte la luz solar en energía que comparte con el animal. Por razones que aún no se comprenden totalmente, esta cooperación se interrumpe cuando los corales sufren temperaturas inusualmente altas. La planta es expulsada y los corales se vuelven de un color blanco brillante. Si las temperaturas vuelven a la normalidad prontamente, la cooperación se puede reanudar. Pero si los corales permanecen ``emblanquecidos'' durante demasiado tiempo, pueden morir.

Para muchas especies de coral, este umbral de emblanquecimiento es, por lo general, sólo un par de grados centígrados por sobre la temperatura máxima típica de un punto geográfico dado. Estas son noticias preocupantes, si se interpretan a la luz de los escenarios más optimistas del calentamiento global. Si los umbrales de emblanquecimiento de los corales permanecen constantes, las temperaturas veraniegas locales superarán esos umbrales regularmente en unas cuantas décadas. Los corales crecen lentamente, de modo que los arrecifes que tienen un emblanquecimiento serio no se recuperarán antes de que vuelvan a sufrirlo.

Afortunadamente, hay evidencias de que los umbrales de emblanquecimiento evolucionan. La mayoría de las especies de coral tienen amplias distribuciones geográficas, y se emblanquecen a diferentes temperaturas, dependiendo de la ubicación. Muchas especies que se vuelven blancas a 28 o o 29 o centígrados en la Gran Barrera de Coral de Australia soportan rutinariamente temperaturas de 34 o o más en el Mar de Arabia. Degraciadamente, no sabemos cuánto tiempo es necesario para que ocurra esta adaptación.

Se pueden hacer dos cosas para proteger los arrecifes de coral. La primera es obvia: reducir el calentamiento global, por ejemplo, cumpliendo los objetivos de emisiones del Tratado de Kyoto. En segundo lugar, debemos recuperar la capacidad de los arrecifes de coral de enfrentarse al cambio ambiental (su resistencia), protegiendo a las especies de peces que mantienen a raya las algas marinas y, por lo tanto, facilitan la recuperación de las poblaciones de coral tras el emblanquecimiento. Estas fases de recuperación permiten que se diseminen las adaptaciones a las mayores temperaturas. Sin los peces, el dominio de las algas impedirá tal recuperación.

El catastrófico colapso de la cantidad de peces en todo el mundo (en los arrecifes de coral y en todos los demás ambientes) ha enseñado duras lecciones acerca del manejo de este recurso. Muchas de las zonas pesqueras sujetas a estrictas regulaciones han colapsado del mismo modo que las no reguladas. De modo que hay un creciente consenso de que las técnicas estándar para el manejo de las zonas de pesca se deben complementar con un sistemas de ``zonas sin explotación'', áreas donde se prohíbe totalmente la pesca.

A medida que se recuperan las poblaciones de peces en estas zonas sin explotación, crean un efecto de ``derrame'' que hace que a menudo la explotación rinda más en las áreas que las rodean. Lo que es más importante, proporcionan un refugio para las poblaciones de peces, una especie de póliza de seguro contra el colapso de estos recursos. En los arrecifes de coral, estas zonas sin explotación pueden ayudar a asegurar que una parte del hábitat contenga una comunidad de peces saludable, asegurando la resistencia del arrecife de coral.

La evidencia científica indica que, para ser efectiva, de un 30 a un 50% del hábitat disponible se debe considerar zona sin explotación. Esta cifra es mucho mayor a los niveles de prorección en incluso los países más ricos que albergan arrecifes de coral importantes, EEUU y Australlia, en donde los niveles actuales de protección son inferiores al 5%.

Dada la magnitud de la amenaza a los arrecifes de coral mundiales, la respuesta de la comunidad internacional ha sido estremecedoramente lenta. Pero también hay algunas noticias alentadoras: en junio, el gobierno de Australia propuso un importante aumento de las zonas sin explotación en la Gran Barrera de Coral, a más de un 30%. Si se adopta, esta política fijaría un nuevo estándar global y quizás haría que otras naciones la imitaran. De ello depende el futuro de los ecosistemas marinos tropicales y de los millones de personas cuyas vidas están relacionadas con ellos.

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