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La promesa perdida del año 1989

BERLÍN – Después del colapso del comunismo en Europa en el año 1989, muchos soñaron con construir un continente unido y libre del cual la Unión Europea iba a ser su núcleo medular. Sin embargo, 30 años después, los europeos despiertan y se despabilan ante una nueva realidad. En Europa occidental, los líderes políticos vetan una mayor ampliación del bloque por temor a que los europeos orientales no estén listos para acoger los valores liberales. Y, en Europa central y oriental, existe un creciente resentimiento hacia Europa occidental por su respuesta frente a la inmigración y a otros problemas.

Estas dinámicas se exhibieron plenamente este mes en las rondas de clasificación para el torneo de fútbol de la Eurocopa 2020, donde un partido entre Inglaterra y Bulgaria se convirtió en una competencia entre dos nociones fundamentalmente distintas de identidad europea. El partido, celebrado en Sofía, tuvo que pausarse dos veces para que los aficionados del equipo local recibieran advertencias en contra del comportamiento racista que adoptaron, mismo que incluyó saludos nazis y cánticos racistas dirigidos hacia los jugadores de raza negra de Inglaterra.

Después del partido, la opinión de la élite británica se unificó en una fiebre comunicacional que hablaba de justicia moral en contra la percibida barbarie proveniente de los aficionados búlgaros. Teniendo en cuenta que el multiculturalismo se ha convertido en un elemento central de la historia nacional británica a lo largo de los últimos 30 años, muchas minorías étnicas temen que el racismo percibido en Europa continental sea un retroceso a una época fea de desigualdad y exclusión.

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