¿Francia está sola?

PARIS – En menos de dos años, Francia llevó a cabo tres intervenciones militares decisivas en el exterior. En marzo de 2011, sus ataques aéreos en Libia (junto con los de Gran Bretaña) desbarataron a las tropas del coronel Muamar Gadafi mientras se preparaban para recuperar la ciudad de Benghazi. Un mes más tarde, las fuerzas francesas en Costa de Marfil arrestaron al presidente Laurent Gbagbo, que se había negado a reconocer la victoria electoral de su rival, poniendo al país en riesgo de una guerra civil. Ahora Francia intervino en Mali.

La última intervención fue planeada inicialmente como parte de una misión europea en respaldo de las fuerzas africanas, pero Francia abruptamente decidió actuar de manera unilateral para frustrar el avance de los islamistas que amenazaban con invadir Mopti, la última barrera antes de llegar a la capital, Bamako. Más allá de ese objetivo, Francia intenta proteger a sus muchos ciudadanos en la región; mantener la estabilidad en el Sahel, donde los estados son muy débiles, e impedir que Mali se transforme en una base de terrorismo islamista dirigido a Europa.

Es mucho lo que está en juego -mucho más teniendo en cuenta que la intervención francesa probablemente sea vasta-. Si bien los islamistas han sido derrocados temporariamente, están bien armados y reciben suministros de Libia a través de Argelia, que reprimió a los islamistas fronteras para adentro pero parece hacer la vista gorda cuando se trata de que atraviesen su territorio. Es más, las capacidades del ejército de Mali y los de otros países de África occidental que supuestamente han de sumarse a la operación son demasiado débiles como para cambiar el curso de los acontecimientos. Estados Unidos intentó entrenar al ejército de Mali, pero fracasó por completo.

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