La muerte del Rey Fahad

En Arabia Saudita la década de espera de la muerte real ha terminado. El Rey Fahad, el soberano que estuvo más tiempo (24 años) en el trono en la historia del país, ha muerto. Durante seis semanas el Rey estuvo en el hospital luchando contra la muerte, algo que en realidad hizo desde que sufrió una embolia cerebral masiva hace 10 años. La identidad del nuevo rey es clara, pero no la de quién realmente tendrá el poder.

Como cuando el Mariscal Tito estaba a punto de morir en una Yugoslavia dividida, los parientes reales del Rey (que también son sus subalternos políticos) temen que con la muerte del gobernante se desencadene el caos. Este temor llega en un momento en que en el resto del Medio Oriente se habla insistentemente de cambio democrático. De Egipto a Líbano y a Irán, las pasiones políticas aumentan junto con un renovado optimismo. Las manifestaciones callejeras, las elecciones y los debates políticos en cafés y en Internet están floreciendo como nunca antes. Incluso los Estados conservadores de la Península Arábiga están enfrascados en animadas disputas sobre ministros mujeres, representación chiíta, participación islámica en los procesos políticos e incluso el futuro de sus monarquías reinantes. En estas dinámicas circunstancias resalta Arabia Saudita.

En efecto, Arabia Saudita parece estar atrapada en un estado de animación suspendida, con un cuerpo político enfermo y débil. El país está entre dos opciones: la reforma progresista o el mantenimiento de la parálisis y la decadencia.

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