ms7598c.jpg Margaret Scott

La casa europea de Gran Bretaña

BRUSELAS – El discurso sobre Europa –tan esperado desde hace ya tiempo– que el Primer Ministro de Gran Bretaña, David Cameron, pronunciará en los Países Bajos podría muy bien constituir un punto de inflexión respecto de la posición de su país dentro de la Unión Europea. Todo intento por parte del Reino Unido de repatriar poderes a Westminster probablemente entrañaría una negociación prolongada y engorrosa. Como ha mostrado la experiencia anterior, los debates internos sobre las competencias constitucionales –esencialmente formas de mirarse el ombligo político– puede desviar la atención de las cuestiones, mucho más apremiantes, del crecimiento económico y los puestos de trabajo.

El intento de revisar las partes más importantes del acervo comunitario (el corpus de la legislación de la UE ) y elegir las que el Reino Unido aprueba podría sentar un precedente peligroso. De hecho, podría provocar un deslavazamiento de la legislación y la desintegración y posiblemente la fragmentación de la Unión. Por atractiva que parezca la repatriación superficialmente, entrañaría procedimientos largos y complejos... sin garantía de un resultado favorable.

Naturalmente, las de repatriar competencias o salir de la UE son decisiones que corresponden al Gobierno de Gran Bretaña y al pueblo británico, pero yo estoy convencido de que la adhesión plena del Reino Unido interesa tanto a los británicos como a Europa. El mercado único beneficia enormemente a la economía británica y la UE sigue siendo con mucha diferencia el mayor socio comercial del Reino Unido, pues representa casi el 50 por ciento de las exportaciones británicas.

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