Un mundo de vulnerabilidad

ROMA – En 2010, los líderes globales alcanzaron el Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) de reducir la cantidad de pobres en el mundo a la mitad de su nivel de 1990 -cinco años antes de lo programado-. Pero el creciente desempleo y la caída de los ingresos subrayan la amenaza perdurable de la pobreza a nivel mundial. Después de todo, la pobreza no es un atributo invariable de un grupo fijo; es una condición que amenaza a miles de millones de personas vulnerables.

A pesar de sus deficiencias, las mediciones de los ingresos son útiles para entender mejor la magnitud de la pobreza y la vulnerabilidad a nivel mundial. Pero la línea de pobreza del Banco Mundial de 1,25 dólar por día (en términos de paridad de poder adquisitivo), que se utiliza para medir el progreso hacia la meta de reducción de la pobreza de los ODM, no es el único umbral relevante. Cuando se lleva la línea de pobreza a un gasto diario per capita de 2 dólares, la tasa de pobreza global sube de 18% a aproximadamente 40%, lo que sugiere que mucha gente vive apenas por encima de la línea de pobreza establecida y es vulnerable a las sacudidas externas o a cambios en las circunstancias personales, como aumentos de precios o pérdidas de ingresos.

Tres cuartas partes de los pobres del mundo viven en zonas rurales, donde los trabajadores agrícolas sufren la mayor incidencia de pobreza, en gran medida debido a una baja productividad, a un desempleo estacional y a los salarios reducidos que pagan la mayoría de los empleadores rurales. En las últimas décadas, la vulnerabilidad y la inseguridad económica aumentaron con el incremento del empleo temporal, informal y precario, que incluye el autoempleo y los trabajos de media jornada, de tiempo fijo, temporarios y de guardia. Los trabajos desde la casa, que normalmente están a cargo de mujeres, también están en aumento.

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