La población y el papa

MELBOURNE – Durante el regreso del papa Francisco a Roma desde las Filipinas el mes pasado, les contó a los periodistas sobre una mujer que había tenido siete hijos por cesárea y estaba nuevamente embarazada. Eso fue, dijo, «tentar a Dios». Le preguntó si deseaba dejar a siete huérfanos. Los católicos han aprobado formas de control de la natalidad, prosiguió, y deben practicar la «paternidad responsable», en vez de reproducirse «como conejos».

Si bien el comentario sobre los «conejos» de Francisco tuvo amplia cobertura en muchos medios, menos informaron que también afirmó que ninguna institución externa debe imponer sus ideas sobre la regulación del tamaño familiar al mundo en vías de desarrollo. «Todos los pueblos» insistió, deben poder mantener sus identidades sin ser «colonizados ideológicamente».

La ironía de esta aseveración es que en las Filipinas, un país con más de 100 millones de personas de las cuales cuatro de cada cinco son católicas romanas, es precisamente la iglesia la que ha funcionado como colonizador ideológico. Es la iglesia, después de todo, la que ha buscado vigorosamente imponer su negativa a la anticoncepción en la población, oponiéndose incluso a la provisión de anticonceptivos por el gobierno a los pobres rurales.

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