76ad590346f86f100faada01_pa897c.jpg

Los terroristas locales de Nigeria

LAGOS - Abuja, la bullente nueva capital de Nigeria, es una ciudad sitiada. En agosto, Boko Haram, una secta musulmana oscura y violenta surgida en el noreste del país hizo estallar una bomba en un edificio que alberga al personal de las Naciones Unidas en el centro de la ciudad, matando a 23 personas e hiriendo gravemente a 86. Fue el primer atentado suicida de Nigeria, y su audacia y ferocidad han sembrado el pánico entre los funcionarios del gobierno y los ciudadanos.

Desde su sangrienta represión del intento de secesión de los Igbo a fines de los años 60, el ejército de Nigeria se ha enorgullecido de su capacidad para "neutralizar" la insurgencia etno-religiosa y preservar la unidad del país. A lo largo de la década de 1990 y en los primeros años del nuevo milenio, luchó contra jóvenes milicianos armados en el delta del Níger para afirmar el control del gobierno central de los importantes ingresos petroleros de la región. El Congreso del Pueblo O'odua, un movimiento étnico de autodeterminación en la parte occidental del país, también fue reprimido por las armas.

Sin embargo, los intentos de aplicar la misma severa medicina a Boko Haram han fracasado. Un contingente militar que el gobierno envió en 2009 a Maiduguri, la ciudad del norte que se ha convertido en bastión de la secta, mató a su líder, Mohammed Yusuf, a su suegro y a muchos de sus seguidores. Sin embargo, los cuadros de Boko Haram pasaron a la clandestinidad para después reemerger más feroces y mejor organizados.

https://prosyn.org/EqCYidTes