Los nuevos europeos y los europeos auténticos

El fracaso de la cumbre de la Unión Europea celebrada en Bruselas ha puesto de manifiesto con la mayor claridad las diferencias de actitudes entre la mayoría de los nuevos países miembros de la Europa central y oriental y los “antiguos” miembros. Tal vez resulte sorprendente a muchos que esas diferencias no correspondieran al guión esperado, en el que los nuevos miembros serían despiadadamente pragmáticos y pedirían la máxima cantidad de fondos de la UE que pudieran conseguir, mientras que la mayoría de los países occidentales moderarían su egoísmo nacional en pro de los ideales de integración europea, que se remontan a varios decenios.

Al final, fue el flanco oriental de la UE –las democracias supuestamente ávidas de dinero e inmaduras— el que pidió con mayor insistencia una transacción con miras a salvar la integración política, mientras que la mayoría de las antiguas democracias europeas lucharon despiadadamente por sus “intereses nacionales”. En vista del intenso egoísmo nacional de algunos países grandes, la imposibilidad de acordar el presupuesto de la UE para el período 2007-2013 podría tener consecuencias nefastas para Europa.

Las declaraciones de los dirigentes de los nuevos miembros de la UE en la cumbre indicaron que eran conscientes de esa posibilidad. Les preocupaba el futuro de la UE... más, desde luego, que a los occidentales. Algunos advirtieron que el rechazo de la Constitución Europea en los referéndums francés y holandés, junto con la decisión de la cumbre de suspender, de hecho, el proceso de ratificación y su imposibilidad para ponerse de acuerdo sobre las finanzas de la UE, podría desencadenar una grave crisis política en la UE.

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