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Liberar a la NASA

NUEVA YORK– Permítaseme revelar antes que nada mi predilección: no es que de niña soñara con ir al espacio, sino que lo daba por sentado. Mi padre era un científico especializado en cohetes (de verdad) y yo me imaginaba que, así como los aeroplanos habían llegado a ser algo común y corriente a lo largo de su vida, los viajes espaciales llegarían a serlo a lo largo de la mía.

La primera vez que el hombre alunizó, yo era una adolescente y me dediqué a otras actividades: periodismo, la red Internet, empresas incipientes. Pero, decenios después, desperté y descubrí que los viajes espaciales seguían reservados a un pequeño cuerpo de astronautas y cosmonautas y a un grupo reducido de adinerados turistas del espacio: seis hasta ahora. El negocio espacial era un coto vedado de unos pocos Estados, más varios grandes contratistas que vivían en simbiosis con sus clientes estatales.

Después surgió Space Adventures, la empresa privada que organiza los viajes turísticos con RosKosmos, el Organismo Espacial Federal ruso, por más de 35 millones de dólares por vuelo. Invertí en Space Adventures y también en XCOR Aerospace, fabricante de cohetes. Como en el caso de la red Internet, noté la intensa energía resultante cuando las empresas comerciales incipientes invaden un mercado dominado por organizaciones grandes y asentadas. Yo quería saber más sobre los viajes espaciales (¡no sobre las empresas incipientes!) y me imaginé que un curso de seis meses de formación espacial con Roskosmos, organizado por Space Adventures, era la mejor forma de inmersión total.

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