Cuando los asesinos cuidan los derechos humanos

Si no fuera tan absolutamente triste, sería sin duda la broma del milenio: Libia ha sido elegida para presidir la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Cuando Calígula nombró senador a su caballo, al menos el animal no tenía sangre en las pezuñas.

Por supuesto, el procedimiento fue perfectamente legal: la presidencia rota cada año de una región del mundo a otra. Este año fue el turno de Africa para nominar al presidente, y nombraron a Libia. Sólo Estados Unidos y Canadá votaron en contra. Para su vergüenza eterna, los países europeos se abstuvieron.

El que esta decisión se dé en un momento tan delicado para la organización es revelador de la bancarrota moral de la ONU. El presidente Bush ha retado a la ONU a que muestre su seriedad en cuanto a sus propias decisiones sobre Irak; de otra forma podría tener el mismo final ignominioso que la Liga de las Naciones, que resultó impotente en los años treinta cuando se enfrentó a las políticas agresivas de la Alemania nazi y la Italia fascista. Elegir a Libia para presidir la agencia de la ONU responsable de los derechos humanos difícilmente ayuda a fortalecer la legitimidad y la autoridad moral del organismo mundial.

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