ms7644c.jpg Margaret Scott

¿Una metamorfosis japonesa?

OSAKA – La arrolladora victoria obtenida ayer en las elecciones generales por el Partido Democrático del Japón (PDJ) acabó con el sistema dominado por un solo partido que el Partido Liberal Democrático (PLD), compuesto por multitud de tendencias diversas, ha controlado casi sin interrupción desde 1955. Durante gran parte del último decenio, no se consideró al PDJ una opción substitutiva viable del PLD, aunque parecían formar un seudosistema bipartidista. Veinte años después del fin de la Guerra Fría, el Japón va a tener por fin un sistema de gobierno posterior a la guerra fría.

Incluso ahora el público japonés sigue sin estar del todo convencido de la capacidad del PDJ para gobernar y se muestra escéptico ante sus prometedores programas de redistribución de la riqueza, que carecen de una financiación sólida. Además, el público sabe perfectamente que el PDJ está ideológicamente fragmentado y carece de una política exterior y de seguridad coherente y pragmática.

Aun así, el PDJ constituirá el próximo gobierno gracias a la indignación pública con el PLD. Durante los cuatro últimos años, el PLD ha demostrado ser totalmente indiferente a las cuestiones fundamentales que causaban preocupación al público: pensiones, desempleo y la deshilachada red de seguridad social. Además, el PLD se ha visto afectado por una sarta de escándalos menores y constantes torpezas. Que el PLD haya habido de nombrar a tres primeros ministros diferentes en el lapso de poco más de un año ha mostrado con claridad que el núcleo de poder del partido estaba deshecho.

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